“ Illumina Domine Vultum Tuum super nos ”

sábado, 1 de septiembre de 2012

LA SANTA ESCLAVITUD A MARÍA


La “Santa Esclavitud”, es una forma de Consagración a la Virgen, que tuvo sus inicios desde los primeros siglos, y que con el correr de los tiempos fue tomando forma. Son muchos los personajes de la iglesia que se sintieron atraídos y propagaron esta “Santa Esclavitud” a la Santísima Virgen María, hasta el punto de declararse «siervos suyos». 

San Odilón, fue uno de los primeros en adoptar esta forma de consagración. Públicamente se consagró a la Virgen como esclavo suyo. Después de haber sido curado milagrosamente por intercesión de la Virgen, se fue en peregrinación al santuario de Nuestra Señora del Puy, y delante de todos se puso una soga al cuello para consagrarse a la Virgen:

«¡Oh Virgen piadosísima y Madre del Salvador de todos los siglos!, de ahora en adelante tómame a tu servicio y sé mi abogada misericordiosa en todos mis asuntos. Después de Dios, nadie me es tan cerca como tú. Con plena libertad, me entrego para siempre a tu servicio como esclavo.»

LOS QUE MÁS CONTRIBUYERON A SU DIFUSIÓN

Hay testimonios que señalan a fray Juan de los Ángeles (1536-1609) y Melchor de Cetina (franciscanos), como los primeros en escribir obras teológicas sobre la “Santa Esclavitud”.

San Simon Rojas
San Simón de Rojas (1552-1624) fundó una cofradía de los esclavos de la Virgen y la difundió sobre todo en España. Muy famosa y conocida es su frase: “Sea yo todo tuyo, oh María, y no tendré nada que temer”
De acuerdo con los estudios realizados, ha quedado establecido, que quien que le dio forma y contenido a la “esclavitud mariana” fue el P. español Bartolomé De los Ríos (1552-1624). Él la dio a conocer en Europa. Suya es esta consagración que ofreció a la Virgen:

“Voluntad de Dios es que tengamos todas las cosas por Ti. Por tanto, a ti me doy, me ofrezco y me consagro eternamente con toda mi alma, desde lo más íntimo de mi corazón, de tal modo que es mi propósito -sin esperanza de cosa alguna ni temor a nada- servirte con rendida esclavitud; este es mi propósito, esta mi determinación, esta mi voluntad”.

Al llegar esta “nueva forma de consagración” a Francia, se atribuye a Pedro de Bérulle, de ser el iniciador de la “cruzada” de donación a Jesús y María. Luego le seguirían Enrique María Boundon y en especial San Luis María Grignión de Montfort que se constituyeron en los grandes propagadores de la Santa Esclavitud a María. Cabe destacar que San Luis María Grignión de Montfort se inspiró primordialmente en los escritos de Enrique María Boudon, cuyo libro era uno de los que tenía de cabecera.

Boundon, discípulo de San Juan Eudes le cupo la gracia de definir magistralmente lo que significa la Santa Esclavitud a María. Boundon la definió así:

“Es una santa transacción que se hace con la Reina del Cielo y de la tierra, por la cual se le consagra su libertad para formar parte del número de sus esclavos, haciéndola dueña absoluta de su corazón, cediéndole todo el derecho que se tiene sobre todas las buenas cosas y entregándose enteramente al servicio de su grandeza”.

VOTO DE CONSAGRACIÓN DE PEDRO DE BÉRULLE

El voto de consagración que hizo Pedro de Bérulle a la Santísima Virgen María es uno de los más famosos que se conoce:

“Yo me dedico y consagro a Jesucristo, mi Señor y mi Salvador, en estado de perfecta esclavitud, y a su Santísima Madre, la Sagrada Virgen María. En honor perpetuo de la Madre y del Hijo, yo quiero estar en estado y cualidad de esclavitud con respecto a la que tiene estado y cualidad de Madre de Dios... Renunció al poder y la libertad que tengo de disponer de mí y de mis acciones; cedo este poder a la Santísima Virgen y la coloco eternamente en sus manos como homenaje a sus grandezas y perfecta sumisión que Ella hizo de sí misma a su Hijo único, Jesucristo, Nuestro Señor... Yo le doy mi ser y mi vida y todas las condiciones, circunstancias y propiedades que le acompañan.

En este espíritu y con esta intención me dirijo a Vos, oh Santísima Virgen, y os hago una oblación entera, absoluta e irrevocable de todo lo que yo soy por la misericordia de Dios en el ser y en las órdenes de la naturaleza y de gracia, de cuanto de ellos depende, y de todas las acciones que yo haga en toda mi vida; Porque yo quiero que todo cuanto es mío sea vuestro; quiero que el poder y la gracia que se me ha dado se emplee en orientarme a mí y cuanto hay en mí a vuestro honor y homenaje; os escojo, oh Virgen Santa, y os considero en adelante como el único objeto al cual después de vuestro Hijo y bajo su dependencia, hago entrega de mi alma y de mi vida, así interior como exterior y cuanto, en general, me pertenece.

Pongo mi vida y mi alma en estado de relación, dependencia y vasallaje con respecto a Vos; quiero que mi vida de naturaleza y de gracia y de todas mis acciones sean para Vos en calidad de tales, como cosa que os pertenece por mi estado y condición de vasallaje hacia Vos...; Os ofrezco mi vida y mis acciones en honor de vuestra vida y de vuestras acciones..; Y si conociera un estado de mas bajeza y sumisión, y que mejor correspondiera al exceso de vuestras grandezas, yo lo escogería como homenaje y amor hacia Vos, y quiero que en virtud de mi presente intención, cada momento de mi vida y cada una de mis acciones os pertenezca como si yo os las ofreciera todas en particular. Así os ofrezco todo lo que soy y todo lo que puedo para tributar homenaje a todo lo que Vos sois, oh Virgen Madre de Dios.

Quiero... venerar singularmente vuestra maternidad, vuestra soberanía, vuestra santidad; vuestra maternidad, porque ella os une a Dios con un lazo que es exclusivamente vuestro, y os confiere un alto grado de afinidad con Él, que nadie hubiera jamás osado pensar; vuestra soberanía, porque esta cualidad de Madre de Dios os reviste no sólo de una gran eminencia, sino también de gran poder y dominio sobre todas las criaturas, como Madre que sois del Creador.

¿Habrá espíritus tan poco iluminados con la luz de nuestros misterios y tan insensibles a vuestras grandezas, oh Virgen Santa, que se atrevan a objetar a este dominio y a esta suerte de esclavitud...?Que salgan de sus tinieblas y se eleven por encima de la pequeñez de sus sentidos; que contemplen a Dios y a sus criaturas; y a la luz de Dios verán que toda santidad lleva consigo una suerte de grandeza, de dignidad y de dominio; verán que las criaturas, por ser tales, han nacido en servidumbre, que este estado les es connatural...
En honor, pues, de vuestra santidad, de vuestra maternidad y de vuestra soberanía, yo me dedico y consagro todo a Vos, oh Virgen de las vírgenes, oh Santa de los santos...; yo quiero y deseo con toda mi alma que Vos tengáis un poder especial sobre mi alma, sobre mi estado, mi vida y mis acciones, como una cosa que os pertenece así por título de vuestras grandezas como por un derecho nuevo y particular en virtud de la elección que yo hago de depender eternamente de vuestra santidad, de vuestra maternidad, de vuestra soberanía a razón de esta mi esclavitud que ofrezco para siempre”.

San Luis Maria Grignion de Montfort

VOTO DE CONSAGRACIÓN DE SAN LUIS GRIGNIÓN DE MONTFORT

es uno de los votos de esclavitud mariana más famosas en la Santa Iglesia... Para comprenderlo mejor les invito a leer un precioso libro titulado: "Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen"; la consagración es la que sigue:

CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO, LA SABIDURÍA ENCARNADA,
A TRAVÉS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

“¡Oh Eterna Sabiduría del Verbo Encarnado! ¡Oh Dulcísimo y Adorabilísimo Jesús! ¡Sois Verdadero Dios y Verdadero Hombre, Hijo Unigénito del Padre Eterno, y de la Bienaventurada siempre Virgen María! Os adoro profundamente en el Seno resplandeciente de Vuestro Padre Celestial por toda la eternidad. También adoro a la Encarnación Vuestra en el Seno Virginal de Vuestra dignísima Madre, María Santísima.

Os doy gracias por haberos aniquilado, tomando la forma de un esclavo, para rescatarme de la esclavitud cruel del demonio. Os alabo y glorifico por haberos sometido plenamente a María, Vuestra Madre Santísima; y esto para convertirme en Vuestro fiel esclavo, por mediación de Ella.

Mas, ¡ay de mí! He sido ingrato e infiel. No he cumplido las solemnes promesas que hice en mi Bautismo, y siento que no he cumplido mis obligaciones, no merezco ser llamado Vuestro Hijo; ni siquiera, Vuestro esclavo. Ya que no hay nada en mí que no merezca Vuestra cólera, y Vuestra repulsa, no me atrevo presentarme a solas, ante Vuestra Santa y Augusta Majestad. Por esta razón, acudo a Vuestra Santísima Madre; pues me la habéis preparado y asignado como Medianera, ante Vuestra Divina Presencia.

A través de Ella espero obtener la verdadera contrición, el perdón de mis pecados, y la gracia de adquirir y preservar la sabiduría.

¡Salve, Oh María Inmaculada, Tabernáculo Viviente de la Divinidad! ¡La Sabiduría Divina se ha complacido en ocultarse aquí, para ser adorado por los Ángeles, y por todos los hombres! ¡Salve Oh Reina del Cielo y de la Tierra, a cuyo imperio todo está sujeto bajo el dominio de Dios! ¡Salve Refugio de los pecadores, cuya misericordia no desampara a nadie! Escuchad mis deseos de poseer la Divina Sabiduría. A este fin, recibid mis votos y ofrendas que humildemente os presento ahora:

Yo (...), pecador infiel, renuevo y ratifico en vuestras manos mis votos Bautismales en este día. Renunció para siempre a Satanás, a sus pompas y a sus obras; y me entrego enteramente a Jesucristo, la Sabiduría Encarnada, para cargar mi cruz y seguirle a Él, todos los días de mi vida. Y deseo servirle con mayor fidelidad; y más de lo que he demostrado en el pasado.

En la presencia de toda la Corte Celestial, deseo elegiros, Oh Virgen Santa, como Madre y Señora mía. Me entrego y consagro totalmente a vos con todo lo que me pertenece, en estado de esclavitud. Os entrego mi cuerpo, mi alma y todos mis bienes, tanto interior como exterior. Os ofrezco aun, el valor de todas mis buenas obras, pasadas, presentes y futuras. A vos entrego el pleno derecho de disponer de mí, y de todo lo que me concierne sin excepción, según os complace. Y todo esto os ofrezco para mayor gloria de Dios, durante el tiempo, y toda la eternidad.

Recibid, oh Virgen benigna, esta pequeña oferta de mi esclavitud. Os lo ofrezco en honor, y en unión de la humildad con que la Eterna Sabiduría se dignó someterse a vuestra Maternidad. También rindo homenaje al dominio que ambos tenéis sobre este pobre pecador; y agradezco a la Santísima Trinidad por los Privilegios con que os ha colmado. Declaro, que en adelante, deseo honraros y obedeceros plenamente, en todas las cosas, como vuestro verdadero esclavo.

¡Oh Madre Admirable! Presentadme a vuestro Amable Hijo como su esclavo eterno. Así como Él me ha redimido por vuestra mediación, así mismo pido que me reciba por vuestra intervención.

¡Oh Madre de Misericordia, concédeme la gracia de obtener la verdadera Sabiduría de Dios! A este fin, os suplico recibirme con los que amáis y enseñáis y con todos los que habéis guiado, alimentado y protegido, como hijos y esclavos vuestros.

¡Oh Virgen fiel! Ayudadme para que en todas las cosas, yo sea un discípulo, imitador y esclavo perfecto, de la Sabiduría Encarnada, Jesucristo, Vuestro Divino Hijo. De este modo, mediante vuestra intercesión, alcanzaré la plenitud de la edad de Cristo aquí en la tierra y gozar plenamente de Su Gloria en el Cielo. Amén”.

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