Por Profesor Gregorio Cataldi
Una rápida mirada a la “aldea global” informa que la humanidad atraviesa una crisis que acaso, no haya tenido otra igual en la historia, al menos, en la paraguaya. Y esta crisis política, social, cultural y religiosa se corresponde con la crisis de la razón, que pretende constituirse en brújula de la vida humana. Esta crisis de la razón se ha convertido mas tarde en crisis de autoridad, de la convivencia humana y de las ideas mismas.
Así las cosas, uno se pregunta ¿qué idea se respeta, qué idea se salva en este mar de confusión social, donde cada quien hace lo que quiere sin ser mínimamente importunado; qué idea hay de Dios, que con su misericordia y luz pueda orientar este descarrío? Hay crisis de fe y simultáneamente, crisis de la razón, con delirio de autosuficiencia.
El caos y la confusión de ideas, de derechos y deberes, no desaparecerá mientras no miremos a las cosas a través de la luz de la fe, la única capaz de descubrirnos en la persona del prójimo, por encima de las apariencias de pobre o rico, amigo o enemigo, compatriota o extranjero, a un hermano nuestro investido por Dios de derechos inviolables y dignos siempre de nuestro respeto y consideración, afirma el P. José M. Arizmendiarrieta.
Esta sociedad posmoderna que cultúa sólo el conocimiento, tiene el sello del fracaso como humano. ¿Cómo explica esta sociedad que tanto cacarea de tecnociencia y que se jacta de avanzar en tecnologías, produzca cada vez más desposeídos, harapientos, ignorantes y enfermos? El hombre tecnita, el pretendido rey de la creación se ignora a sí mismo, desconoce su dignidad. Se torna un ser desgraciado – aun con dinero – porque es juguete, piltrafa o una cosa cualquiera que no merece respeto, porque no se hace respetar.
Muchas autoridades han perdido credibilidad, la ética es aceptada pero no practicada, los valores han sido destrozados por descabelladas ideas posmodernas, el relativismo se ha adueñado del corazón y mente del hombre y éste, se ha convertido en una bestia que persigue sus instintos (no la razón) sin freno ni barrera. La justicia para unos es sed de venganza y para otros es aniquilación del prójimo. ¿Puede negarse esta realidad dolorosa?
El hombre de la era del conocimiento, bufón del sindicato de vedettes intelectualoides y popes de la moral para maniquíes (al decir de Mounier), vive periodos de “explosión de delirio” y furor incontrolable que ciega su entendimiento, tanto que le carcome una perturbación mental tan fuerte: su propia excelencia y deificación cyberantropo, por lo que, aun los mayores crímenes que pudieran cometerse, procurará disfrazarlo y justificarlo racionalmente.
El intelecto débil y enfermo encontrará su curación y alivio cuando humildemente acepte las verdades eternas. Fe y razón deben transitar juntas. La creatura nunca será superior al Creador. La inteligencia no debe olvidar esta verdad.
La paz y la justicia sólo serán posibles cuando el hombre busque, encuentre y viva altos ideales. No con mitos como: igualdad de género, patria -sin patriotas-, información, instrucción y demás gastadas expresiones que cansan los oídos, saturados de mentiras.
Por favor, no se escandalice de lo que digo, que no hago más que señalar un hecho, sin aludir a persona alguna.
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